La casquería se define como
toda parte del animal que no es carne propiamente dicha, es decir,
cualquier zona de la res que no puede ser fileteada. Se las suele
denominar también según la zona
geográfica como despojos, mondongos o menudos.
Como ya comentamos en otras ocasiones, los primeros homínidos, después
de bajar de los árboles y erguirse sobre
sus patas traseras, deben su desarrollo intelectual a dos fenómenos
fundamentales, el primero es la
necesidad de aumentar sus fuentes de alimento, una de ellas es la
carroña de animales cazados por los
depredadores, así aprovechan lo que estos dejan por saciedad o
imposibilidad de comer, el tuétano y los sesos
fueron vitales en el desarrollo de nuestro cerebro, ya que nos
proporcionaron el fósforo que estos tejidos contienen.
También la capacidad de cocinar los alimentos mediante el fuego, nos
facilitó en el esquema evolutivo poder
disminuir el tamaño de nuestras mandíbulas en favor de una cavidad
craneal más grande.
Cuando el hombre desarrolla armas y se
ve capaz de cazar, imita a los depredadores en sus estrategias:
acercándose
despacio y oculto, eligiendo la presa más débil, cazando en grupo y
como no, comiendo primero las partes más
nutritivas y sabrosas alojadas en la cavidad abdominal de los
herbívoros. En el pasado siglo, intrigaba enormemente
a los investigadores que algunas tribus de esquimales, que solo
incluían carne de caza en sus dietas, no presentaran
ninguna de las deficiencias propias de no ingerir verdura o fruta, el
análisis de sus costumbres alimenticias les dio la
respuesta, entre las partes más apreciadas del animal se encontraban
sus vísceras, que consumían
junto a sus contenidos vegetales a medio digerir.
HISTORIA
DE LA CASQUERÍA
Sobre la historia de la casquería en
el mundo, podemos encontrar escritos que nos hablan de cómo hace 4000
años,
los egipcios
describían que el engorde ideal para el hígado de sus ocas debía hacerse
con higos, ya que estos aumentaban su tamaño
y le daban un sabor exquisito.
Los griegos primitivos tenían la
costumbre de despedir a sus héroes muertos con grandes banquetes. Homero cuenta en ‘La Ilíada’ que se comieron tripas asadas a la
brasa en los funerales de Aquiles. Los sibaritas romanos consideraban los productos de casquería como
delicadezas exquisitas, comían un delicioso foie gras (iecur ficatum), además de rabos, mollejas, morros,
tripas, riñones, testículos, pulmones, ubres, estómagos y vulvas de cerda, entre otras chucherías. El romano
Marco Gavio Apicio describe en su libro "Re Coquinaria", alguna laboriosa receta de callos. Sabemos también que los bizantinos gustaban de estos alimentos,
deleitándose con menudencias y despojos, sobre todo las manos de cerdo y cordero, las tripas, el hígado,
que tenían por manjar delicadísimo, los riñones y, herencia romana, las ubres de cerda. Los Visigodos eran grandes amantes de la casquería. De origen
visigótico parecen ser algunas recetas de aprovechamiento de determinadas partes menos nobles de los
animales en la cocina, como nuestro rabo de toro, el menudo, las manitas de cerdo y los riñones. También los rabos parece que deleitaron a los Omeyas, como vemos
en el estofado descrito en el libro de uno de sus cocineros más famosos Kitab al-Tahib. Uno de los capítulos trascendentales de la historia de la
casquería en España, sucede en el año 1270 durante el reinado de Alfonso X el Sabio,
cuando provocando una auténtica revolución social, otorgó a determinadas ciudades las "Cartas Pueblas", esto
significaba el permiso para establecer mercados sin el control de los señores feudales, la nobleza local, la
corona o la iglesia. Este privilegio, establecía un sistema de gobierno democrático
mediante el fuero de Benavente y un aumento enorme de las economías de los ciudadanos, al poder
celebrar un mercado semanal donde vender los productos elaborados en la región, esto significó el
nacimiento de la burguesía medieval y la independencia económica del pueblo.
En la Pola (palabra que significa
Puebla), una de las citadas ciudades, se estableció el mayor mercado
de ganado del principado de Asturias (hoy el mayor de ganado vivo de
Europa), allí se vendían y sacrificaban reses para las grandes ciudades cercanas, pero no
todo el despiece de los animales se podía vender, ya que las tripas, riñones, hígados, cabeza, se corrompían antes
de llegar al destino. En una sociedad donde la mayor parte de su población tenía poco
para comer, no se desperdiciaba nada y así nació la tradición casqueril de la Pola. Las manos de mujeres
hábiles en el manejo de la carne, limpiaban y troceaban las montañas de despojos que se producían en
el matadero, hasta convertirlas en sabrosas raciones de lengua ahumada, riñones a la brasa, callos y
mollejas rebozadas. La fama que alcanzaron sus preparaciones, llevaba a los nobles a acudir desde Oviedo a
comerlas o a solicitarlas para ser consumida en los grandes palacios de la ciudad. Por último en este periplo histórico, señalar la importancia de la
cocina de la casquería en posteriores épocas de necesidad, donde los poderosos cometían bestiales excesos y la
mayoría del pueblo llano se mantenía como podía, como cita Quevedo en el Buscón: "Comieron una comida eterna, sin
principio ni fin. Trajeron un caldo tan claro, que podía verse con que ansia unos
dedos macilentos, se echaban a nado tras un garbanzo huérfano y solo". O este verso de Miguel Moreno "Juan
a comer convidó, a Pedro que fue en ayunas, y poniéndole aceitunas, al principio lo
admiró. Y dijo: En mi tierra vi que éstas, siempre postre fueron, Juan respondió: Y no mintieron, que también
lo son aquí". Por último la descripción de la comida de sábado que hace Quiñones de Benavente en el
Entremés del Mayordomo: "Los sábados que es día de cazuela, habrá brava bazofia, asadura de vaca en pepitoria,
tal vez una panza con sus sesos y un diluvio de palos y de huesos".
LA
CASQUERÍA Y LA MAGIA
Los pueblos siempre dieron un alto
valor místico y espiritual a determinadas vísceras, órganos y fluidos
de los animales y los hombres. Los
astrólogos Persas predecían el futuro leyendo los hígados de cordero y
ternera.
Determinadas tribus de África central
y Sudamérica, comían el hígado y el corazón de sus enemigos,
en la creencia de que su fuerza y
valentía pasarían así al vencedor.
En el folklore de algunos países de
Europa central,
Drácula, un personaje siniestro
mezcla de murciélago y hombre, bebe la sangre de
jóvenes víctimas, para alimentarse y
prolongar su vida eternamente.
Religiones mayoritarias en el mundo
como la cristiana, desde el año 33 de su cultura, en un elaborado
ritual,
convierten el vino en la sangre de su
Dios, para después beberla en conmemoración y comunión mística.
En algunos rituales de magia negra,
se come el corazón de la víctima del sacrificio y se usan velas
fabricadas con su grasa. Aún hoy, en
la creencia que de "lo que se come se cría",
se consumen gran cantidad de
criadillas de toro y de cerdo.
Otro claro ejemplo del empleo de
despojos animales relacionados con la magia, es la medicina
tradicional China,
que emplea cornamentas, hígados,
testículos, patas, piel, pelo, riñones y un largo etcétera, de
animales como el tigre,
rinoceronte o leopardo, para curar algunas enfermedades.
LA CASQUERÍA
COMO PLACER
La mayoría de las veces, han sido
las distintas culturas, las que han colocado a determinados alimentos
del lado de lo suculento o del tabú.
En determinados lugares nuestro
exquisito menudo o las cabezas de
cordero al horno, se relegaría a
comida de bestias, de personas miserables o de "otros", de bárbaros,
de extranjeros. La misma reacción se
puede aplicar a las prácticas sexuales y las distintas variantes
espacio/temporales. Al igual que de
los despojos animales hay cocineros que hacen verdaderas delicias, de
la
casquería sexual hay personas que
hacen verdaderas obras de arte, o no nos gusta comernos los morros,
chupar y morder la oreja u otras
partes corporales, sacarnos los jugos, juguetear con pies, pechos y
manos.
Al igual que con el mal de las vacas
locas, en relación a los rabos, tuétanos y sesos o la gripe aviar, se
pretende que nos limitemos al
filetito, en lo sexual se pretende limitar a hombres y mujeres a la
asepsia,
a la práctica monótona, heterosexual
y acotada, es decir sin casquería. La salud, siempre que tengamos
en cuenta algunos consejos, es
compatible con la variedad tanto en lo sexual como en nuestra
alimentación.
Hace unos días, leí un artículo en el
que se describía como una peña de colorados constructores comían
cabezas asadas en un restaurante de
Peñafiel. Comentaba el autor: "Aquel espectáculo casi caníbal,
de ruidosos truhanes, brillantes de
grasa desde los brazos hasta las orejas, que devoraban los ojos
de los lechazos con sonoros
sorbetones y rebañaban los sesos a lengüetazos entre trago y trago de
clarete de Cigalés,
me cautivó tanto, que al día
siguiente decidí probarlo por mí mismo. Desde entonces, cada vez que
consigo
encontrar un acólito que me secunde
en el aquelarre, algún comedor oscuro, algo tétrico, apartado de
miradas inquisitorias y donde ni
siquiera el ojo de la conciencia pueda con las tinieblas, preparo uno
de
estos festivales escatológicos, en
donde mi parte animal aflora, se manifiesta brutal, sanguinaria,
despiadada y hasta repulsiva. ¡Qué
asco me doy!. No me digan que alguna vez no han
disfrutado o les gustaría haberlo
hecho de esta forma.
LA
CASQUERÍA EN LA COCINA
La casquería es un cajón de sastre donde
se incluyen vísceras, tripas, glándulas, cartílagos, órganos,
extremidades
y los paquetes musculares menos apreciados por su tamaño o aspecto.
Entre los músculos, cartílagos y gelatinas más apreciados encontramos la
lengua, que se consume entera
salvo su telilla exterior que se quita con el escaldado, las carrilladas
músculo masticatorio, sabroso y
gelatinoso en los guisos, el rabo que se gelatiniza al cocerlo
lentamente. Manos de cerdo, vaca o cordero,
que dependiendo del tamaño necesitan de una larga cocción o simplemente
asadas están exquisitas.
Los morros que se consumen de vaca o cerdo. Las orejas que se empanan y
fríen o se planchean en
adobo y son una golosina que se pone como tapa. Las crestas de gallo,
descubiertas hoy como delicias
por la cocina de vanguardia. La médula, que en Francia la llaman
amourettes (amorcitos) y en el cercano
Jerez de la Frontera se comían en tortilla. Los tuétanos, que en España
solo comemos si nos toca en el
hueso del cocido o puchero, pero en otros países integran elaboradas
recetas. Es curioso ver como
hoy no se consumen algunas piezas de este grupo que se reservaban
antiguamente a los señores,
como las ubres de vaca recién parida, que curiosamente aparecen en el
libro Alfredo Juderías "Cocina de pueblo",
como integrantes del puchero gaditano de principios del siglo XX.
Otro de los grupos serían los órganos y vísceras, estos son más
delicados y no solo debemos de tener cuidado
en su elaboración, también en su previa selección. Por ejemplo, los
riñones e hígados al ser responsables
de la eliminación y metabolización de los desechos del organismo, pueden
acumular toxinas, por lo que debe
garantizarse la buena alimentación del animal y estar bien limpios. Los
más apreciados son: el corazón,
que se suele cocinar junto a otros menudillos formando parte de la
llamada en las matanzas asadura negra.
Los riñones, bien limpios y elaborados están exquisitos, se comen de
cordero, ternero, cerdo y conejo.
El hígado, del que existe un extensísimo recetario, desde el famoso foie
de pato u oca, patés, hasta
encebollados de cerdo, ternera, pollo o conejo (las famosas cachuelas),
también adobados o como se comen en Cádiz.
Las mollejas son glándulas de crecimiento que se atrofian en los
animales adultos, por lo que suelen ser escasas
y caras. Los sesos, antes tan cotizados en los mercados, hoy se tiran a
la basura o son comidas para perros,
lástima porque rebozados o integrando la famosa tortilla de Sacromonte
están buenísimos.
Las Asadurillas son revoltillos de despojos troceados que dependiendo
del lugar se cocinan de
determinada forma, son de un animal concreto o incluyen solo algunas
partes de estos, las más habituales son el bazo,
páncreas y los pulmones. Las criadillas son los testículos de los toros,
por lo que algunas mujeres ni los tocan y
algunos hombres les llegan el ácido úrico a las nubes por su consumo
desmesurado, pensando erróneamente
en el aumento de potencia hasta nivel Ferrari,
cuando seguramente, se quedarán si no lo remedian de otra forma, en un
dos caballos.
PRODUCTOS
EN MOSTRADOR PTO.30
Las tripas conformarían el último de nuestros grupos. Los intestinos se
suelen utilizar principalmente para embutir morcillas o chorizos.
Para morcones, choscos o botillos se usan recipientes mayores como
estómagos y vejigas.
Pero uno de los consumos más generalizados de las tripas en España son
los callos, que son partes de los estómagos de los vacunos
cocinadas en salsa más o menos picantes, ni que decir tiene que el
secreto está en la limpieza del género, aunque hoy día pueden adquirirse
ya limpias.
También se consumen las tripas de vacuno a la plancha y las de cordero
enrolladas en un sarmiento, cocidas y posteriormente a la plancha
o fritas (reciben el nombre de zarajos, madejas o conejillas). Punto
aparte merece la mención a los guisos de sangre, se consumen
sobre todo la de cerdo, cordero y pavo, resultando encebolladas o en
tomate, dignos capítulos de nuestro recetario tradicional.
LA
CASQUERÍA EN ESPAÑA Y EN EL MUNDO
España y Francia se disputan desde hace
tiempo la condición de mejores tripicalleros y casqueros del mundo,
los franceses han puesto de moda las "tripes a la mode de Caen" y los
españoles los callos y menudos.
Los italianos del Piamonte preparan una receta sublime de tripas con
cebollas y puerros, mientras que los
portugueses las prefieren con Oporto. Pero no solo nosotros tenemos
costumbre de comer casquería,
los argentinos tienen como buque insignia sus chinchulines (tripas de
vaca a la brasa acompañada de salsa chimichurri
y crema agria). Las terrinas, ensaladas, embutidos y guisos, con la
previa cocción de las tripas en caldos
de verduras son platos famosos en Centroeuropa. El rabo estofado de buey
es plato degustado por los ingleses y
estofado también pero muy picante por los mexicanos. Para los turcos,
por ejemplo, el hígado de cerdo es un
plato tradicional, los polacos adoran los callos y los latinoamericanos,
el corazón y el hígado.
Hasta en Japón reservan las tripas y el hígado para preparar aperitivos
yakitori.
En España durante el año 2003 y
según la Asociación Nacional de Empresarios de la Casquería y Productos
de la
Carne (ANECÁS), se consumieron 59 millones de kilos de productos de
casquería. Esto se ha visto reflejado en varios sectores:
existen más de 15.000 puntos de venta de casquería que generan casi
30.000 empleos,
y en total se producen más de 400.000 toneladas anuales de estos
alimentos.
Durante los meses más duros de la crisis
de las vacas locas, el miedo a las infecciones produjo una reducción
de las ventas de hasta un 95%, pero en
la actualidad, el negocio está completamente recuperado.
Parece que la inmigración producida en nuestro país durante los últimos
años, ha tenido bastante que ver,
ya que como hemos visto no somos los únicos amantes de esta cocina.
Según una reciente encuesta de la
dirección general de cultura y alimentación del Ministerio de
Agricultura, los callos son los productos más cotizados del mercado,
los prefieren más del 64% de los compradores.
Hasta siete de cada 10 personas que probaron algún plato de casquería
durante ese año, eligieron
éstos como productos estrella. Pero que sean la especialidad más
consumida en España no es ninguna sorpresa
si tenemos en cuenta que, en sus distintas variedades, son el símbolo de
la gastronomía local en gran parte de España.
Después de los callos, los hígados (52%) son los más solicitados. Por
comunidades, Cataluña es la que
más casquería consume (el 26% del consumo total), seguida del País Vasco
(17%) y Madrid (13%).
En esta encuesta se señala también que más de la mitad de los españoles
toma al menos una vez al mes esta
clase de alimentos. El 27% lo hace una vez a la semana y el 20%, una vez
al año.
No podemos dejar de mencionar por su interés en nuestra zona, la
casquería del pescado, las tripas de
bacalao, de corvina o de mero (preparadas magistralmente de este último,
como callos por casa Torres en Barbate)
son algunos ejemplos, también los cachetes de pescado, las cabezas e
higadillos de merluza o pescadilla fritas,
las carísimas kocoxas y el hígado de bacalao o de rape, pero por encima
colocaría yo la cocina de los
despojos del rey de los túnidos, el atún rojo de almadraba. Como saben,
este coloso tiene un despiece
como el de una vaca denominado ronqueo, del que no se desperdicia nada,
todo se come e invariablemente
resulta exquisito, en nuestros 20 años como Grupo Gastronómico Gaditano,
creo que hemos probado todas
y cada una de sus partes con deleite.
RECETAS
TRADICIONALES DE CASQUERÍA
Dicen que la verdadera receta de rabo de
toro, el que conocemos hoy día, nació a principios del siglo XIX.
Por aquel entonces, cuando terminaba la corrida en la plaza de la
Corredera en Córdoba, las chindas o
tripalleras, vendían los menudos y especialmente los rabos de toro, en
tablas pintadas de verde para
separarlos de otras casquerías y del resto del magro. Ellas fueron las
artífices del estofado de rabo.
Estas mujeres eran hijas, hermanas, madres o viudas de toreros, incluso
algún torero presumía de
meterse en fogones y hacer los mejores estofados. La hermana de Antonio
Dios Conejito,
parece que guisaba los rabos como nadie, su receta nos ha llegado de
esta forma: "Colocado el puchero sobre
el anafre y al fuego del picón de Trasierra, hecho de lentisco,
jaguarzos, retamas, jaras coscojas y madroñeras,
echaba en la panza del puchero los rabos limpios y troceados, una
cebolla, unos ajos, unas zanahorias,
todo en crudo, de condimentos pimienta, azafrán en hebra, un chorreón de
aceite y un medio u dos de Montilla
y todo ello a lentitud de cariño y fuego, que se tiene que estofar".
Las mollejas han sido un plato vinculado al
verano, probablemente porque la mejor época para sacrificar
a los corderos jóvenes, sea el final de la primavera o porque una de las
más suculentas vísceras se presta
a una preparación sencilla, alejada de cualquier salsa, que permita el
fácil picoteo. Como hemos comentado
es una glándula que se atrofia tras el crecimiento del animal, es
tierna, de rico sabor y rica en hierro y
purinas (como casi toda la casquería, así que cuidado con el úrico). En
España las más apreciadas son las
de cordero, les siguen las de ternera y se han puesto de moda
últimamente las de pato. Recordar que
se denomina mollejas en las aves, al órgano que con la ayuda de unas
piedrecitas, que ingiere el animal,
tritura el grano que come, por lo tanto no tiene nada que ver en textura
y sabor al anteriormente citado.
La receta más tradicional de mollejas que se conoce, es la que saltea en
una sartén las mollejas limpias y
troceadas, con unos ajos machacados, perejil, aceite de oliva, un poco
de vinagre y sal. (*)
En Cádiz, como ocurre en el resto de España, suele elaborarse en las
casas poca casquería, no es que no nos guste,
pero su laboriosa preparación la ha ido alejando de los fogones
familiares. Es común ver como las amas o amos de casa,
compran en los grandes almacenes los bloques de callos precocinados,
para después en casa agregarles los garbanzos.
Prácticamente lo mismo ocurre con las manitas, aunque si usamos huesos,
espinazos, morcillos tendinosos y
costillas saladas para nuestros pucheros. Pero esto ya era así hace
muchos años, gran cantidad de tabernas,
ventas y casquerías, se especializaron en cocinar este tipo de viandas
para llevarlas preparadas a casa,
precisamente por su difícil elaboración, por sus tiempos de cocción y
sobre todo por su complicada conservación.
Hace mucho tiempo que no como lengua de vaca en salsa, cuando en la
década de los setenta era un plato
muy común en las casas gaditanas, haciendo una revisión rápida de varios
libros de cocina gaditana que tengo
en casa, han aparecido más de nueve recetas de lengua de puerco o de
vaca, unas con vinagre, manteca de cerdo,
ajo, laurel clavo y cebolla, otras estofadas como el rabo de toro o con
zanahorias y caldo del puchero.
Viajando en moto por la provincia, pudimos descubrir en los Albadalejos,
zona muy cercana a Benalup, una curiosa
venta regentada por una no menos curiosa mujer, la Menua", que al grito
de "niña ya están aquí los de las motos",
nos recibía en la puerta con una fuente tamaño plaza de toros, llena de
cachuelas de conejo. Al que no los ha
probado puedo decirles que estos hígados a la plancha, del tamaño de una
hamburguesa, son un bocado exquisito,
pues bien, hace poco los comí con tomate, en salsa, con arroz y todavía
están mejor.
En fin, preguntando recetas para experimentar en casa a nuestros padres
o abuelos, y visitando la infinidad de
ventas de la provincia, podemos degustar todavía las delicias de nuestra
casquería, recordar el arroz con los
menudillos del pavo recién matado que hacían nuestras abuelas el día
antes de nochebuena. Las criadillas y
sesos rebozados que recomendaba el médico a mi hermana, que decían
estaba desnutrida, a ella le
repugnaban y terminaban invariablemente en mi plato, si la vieran hoy.
La cita semanal obligada con el hígado,
que debía ser yo el único niño al que le gustaba, a la plancha,
encebollado o en salsa con vino blanco.
La sangre encebollada o en tomate,
acompañada como dice nuestro presidente con muchas, muchas papas fritas.
EL
REFINAMIENTO DE LO POPULAR
El renacimiento de la casquería como
integrante de la carta de los restaurantes de postín, porque ya tuvimos
algunos
ejemplos en los mejores restaurantes y cafés del Madrid de la posguerra
como los callos de Jockey y los
riñones en brocheta del Suizo o el Fornos, se produce hace bien poco y
paralelamente al surgimiento de la nueva
cocina a un lado y otro de los pirineos.
Si Joel Robuchón llevaba al estrellato
su teté de cochón mijoté, Fermín Arrambide sorprendía con su
espectacular ensalada de cabeza de cordero.
Poco a poco, algunos de los más grandes
restaurantes del momento, como Zalacaín, Amparo, Arzak, Berasategui o
Príncipe de Viana,
incorporaban a sus cartas: manitas de cerdo con trufa, sándwich de
sangre de cordero, foie gras y pisto,
calabacín relleno de callos y morros, morros de ternera y tripas de
bacalao a la vizcaína,
o mollejas de ternera braseada con cuscús.
Pero quien ha llegado a las más altas cotas de imaginación y creatividad
en el manejo de la casquería,
ha sido sin duda Ferrán Adrià, su lomo de conejo con caracoles y manitas
de cerdo, los tallarines con
oreja de cerdo crujiente y tempura de pistachos, carpaccio de sesos al
caviar, frío/caliente de mollejas y cigalitas,
han hecho que definitivamente la casquería entre en la modernidad
ganando la batalla de la elegancia, de la obra de arte.
DESPIECE
DE LA CARNE
La carne, ya
sea de vacuno, cerdo o cordero, constituye una de las principales
fuentes de proteínas de las que dispone el ser humano.
Su consumo
varía en función de las costumbres de cada país, pero tomar carne tres
veces a la semana es casi una norma de obligado
cumplimiento
en una dieta equilibrada. Aunque existen otras fuentes de proteínas:
lácteos, huevos, pescados y de origen vegetal, como
por ejemplo,
las legumbres, las de la carne son de la mejor calidad biológica, ya
que contienen ácidos aminados que contribuyen a su asimilación.
Los
especialistas en nutrición consideran que la carne es un alimento
protector por su capacidad para mantener y acentuar la vitalidad del
organismo.
LA TERNERA
Es el animal, generalmente macho, de menos de 1 año
alimentado con leche, pasto y pienso.
Tiene la carne blanca, tierna, gelatinosa y con poca grasa. Cuando no ha
probado el pasto se denomina ternera lechal. El añojo: Es
el ternero de 1 año que se alimenta de piensos y heno. Tiene la carne
rosada y resulta más sabrosa que la de ternera. El cebón: Es
un macho muy joven que ha sido cebado y en ocasiones castrado. Su carne
es roja, veteada, y de grasa blanca. El choto o novillo: Es el macho de unos 2 años. Su carne es roja y sabrosa, con
grasa color marfil. El toro: Es el macho de vacuno bravo destinado a la lidia o dedicado a
la reproducción.
Presenta una carne de color rojo bermellón, muy musculosa y de sabor
peculiar. La vaca: Es la hembra de 2 a 4 años criada y dedicada para el matadero
después de cambiar los dientes de leche.
Su carne es similar a la del buey. El buey: Es un macho de vacuno castrado que se sacrifica hacia los 6
años. Presenta una carne veteada,
de grano grueso, y grasa amarilla. Se alimenta de pasto natural.
EL
CORDERO
Cordero Lechal: Sólo se ha alimentado con leche de la madre. Su carne es de un rosa
pálido, casi blanco, y tiene muy poca grasa.
Al sacrificarlo no supera el mes y medio ni los 8 Kg. de peso. Ternasco: Sigue en edad al cordero lechal y no tiene más de 4 meses ni
pasa de los 13 Kg. Cordero pascual: Se comercializa entre 4 meses y menos de 1 año. Su carne es
rosa oscuro y la grasa presenta un tono marfil. Carnero: Es un cordero mayor cuya carne, de color rojo brillante, está
rodeada de una capa de grasa blanca. Cabrito: Es la cría de la cabra, alimentada sólo con leche -durante
unas 4 semanas- y cuya carne es tierna y sabrosa. Chivo: Es la cría de la cabra de más de 8 semanas, cuando deja de
mamar y se alimenta de pasto hasta llegar a la edad adulta.
Su carne es menos sabrosa que la del cabrito. Cabra: Se aprovecha su leche; su carne resulta dura y poco sabrosa.
EL
CERDO
Cochinillo o Lechazo: Recibe este nombre el animal de pocas semanas, macho o hembra, que no
llega a los 4 Kg. de peso. Lechón: Es el cerdito de pocos meses, que todavía mama, pero con
aproximadamente el doble de peso que el cochinillo. Cerdo: Es el animal adulto. Pesa al nacer alrededor de 1 Kg. y se
sacrifica a los 10 meses, cuando alcanza los 100-150 Kg. Cerdo Ibérico: Según el tipo de crianza recibe distintos nombres: Cerdos de pienso: Se alimentan en la primera fase, hasta los 80 Kg., de hierba,
rastrojo y pienso; alcanzan el peso comercial
de 170 Kg. comiendo sólo pienso. Cerdos de recebo: Siguen una alimentación igual que los de bellota hasta los 80
Kg. Desde los 80 Kg. hasta los 120 Kg.
comen bellota y hierba; hasta los 170 Kg. se los receba sólo con pienso. Cerdos de bellota: Se alimentan hasta que alcanzan los 80 Kg. con pienso,
rastrojo y hierba, y llegan a los 160-180 Kg. de peso comiendo
bellota y pasto. Su carne es la de mejor calidad: roja, entreverada de
grasa y muy aromática.
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